Tengo la suerte de tener como amigos a Javi y Mari Carmen. Además de ser unos excelentes amigos, cada verano nos surten de cerezas, recién cogidas y entregadas a domicilio.
Este año han sido especialmente generosos. Y he podido hacer mermelada y hasta tres tartas de cerezas. Aún quedan unas pocas cerezas, que aunque un poco chuchurrías, siguen estando sabrosas.
Esta tarta que se ve en la foto se ha convertido en una de mis especialidades. La receta la puedes encontrar aquí. Primero preparo la masa. Para que sea más fácil mezclarla, la meto en el microondas un ratito. Luego mezclo todos los ingredientes y la dejo enfriar. La masa que formará parte de la base, la dejo hecha una bola. La parte que será parte del enrejado, la estiro sobre una base de silicona para tartas.
Mientras, le quito el hueso a las cerezas que es la parte más aburrida, aunque siempre, en los procesos aburridos de la cocina sirven para meditar y dejar vagar la mente. Una vez deshuesadas las cerezas, mezclo los ingredientes, echandole al relleno la mitad del azúcar que indica la receta. Tampoco le pongo trocitos de mantequilla por encima, por que ya bastante lleva la masa.
Cuando la masa está frío, forro un molde de horno con la masa para la base. Una vez que la masa está fría se modela como si fuera plastilina. Es fácil conseguir una base fina y homogénea. La parte más complicadilla es la rejilla, que nunca consigo que quede a mi gusto. Voy cortando las tiras e intento ir trenzándolas sin que se rompan, aunque no siempre lo consigo. Aún no tengo dominada la técnica del todo. En vez de pintarla con leche, la espolvoreo con azúcar, para que se ponga doradita y al horno.
Esta tarta es un éxito en casa. Incluso los menos dulceros de la familia comen algún que otro trocito. Pero aún así, la mayor parte me la como yo. Por eso me voy a dar un descanso de repostería, porque como siga así, se me van a quedar pequeños todos los jerseys que estoy tejiendo :)
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